McCullers fue pionera en hablar de homosexualidad, de racismo y adulterio, dedicó su prosa a los seres humanos incómodos, conoció el éxito temprano y dejó escrita su vida en forma de diarios, novelas y cartas antes de morir.
Elena Poniatowska dice de ella: “Anota en su libreta cosas en las que nadie se fija, cosas de gente pobre, cosas de gente común y corriente”. Cuenta que sus cosas son “las cosas del alma y las de personajes que son poca cosa; hombres, mujeres, viejitos, negritos que se quedaron a medio camino o mejor dicho, nunca supieron cuál es el camino”. Nunca salvaba a sus personajes, McCullers. ¿De qué los salvaría?
Si nos paramos a pensarlo, la conclusión es definitiva: la escritora Carson McCullers parece un personaje sacado de una de sus propias novelas, uno de esos bichos raros, tan típicos del sur de los Estados Unidos, que deambulan por las magníficas páginas de alguno de los libros que ella escribió. Es como si una mente prodigiosa se hubiese inventado a una novelista llamada Carson McCullers, una novelista que escribía novelas empapadas de “gótico sureño”, protagonizadas por seres extraños, marginales o al borde mismo de la marginación.
Truman Capote y Harper Lee en la imagen.
Durante toda su vida profesional Carson McCullers tuvo la fortuna de conocer, convivir y entablar amistad con numerosas personalidades de su tiempo. No sólo escritores, como Truman Capote, Harper Lee, Paul Bowles, W. H. Auden, Tennessee Williams, Langston Hughes, Isak Dinensen, Djuna Barnes, Eudora Welty o Katherine Anne Porter, de quien, por cierto, también estuvo enamorada, sino también compositores y músicos, como Benjamin Britten o Kurt Weil; actores y actrices, como Marlon Brando o Marilyn Monroe; o directores de cine, como el genial John Huston, que dirigió la adaptación cinematográfica de su novela Reflejos en un ojo dorado, y con quien desarrolló una profunda amistad basada en la admiración mutua que ambas personalidades se profesaban.
Todos ellos han desarrollado en sus obras un universo habitado por personajes grotescos (esta es la palabra clave a la hora de definir el estilo), extraños, rara avis en una sociedad ya de por sí propensa a la rareza y en el que abundan las situaciones donde lo macabro y lo fantástico se dan la mano con lo cotidiano. Una sociedad donde la violencia, la marginación, la decadencia, las obsesiones religiosas o el racismo son el pan nuestro de cada día,
Marilyn Monroe, Karen Blixen, and Carson McCullers en la imagen.
Carson McCullers publicó a lo largo de su carrera literaria cinco novelas obras que están entre lo mejor de la literatura norteamericana del siglo XX: The Heart Is A Lonely Hunter (El corazón es un cazador solitario), en 1940; Reflections in A Golden Eye (Reflejos en un ojo dorado), en 1941; The Member of The Wedding (Frankie y la boda), en 1946 y The Ballad of the Sad Café (La balada del Café Triste), en 1951; Clock without Hands (Reloj sin manecillas), de 1961. También escribió un libro de memorias, el ya mencionado Iluminación y fulgor nocturno, que dejó inconcluso y fue publicado treinta años después de su muerte. Además de estas obras, la escritora escribió un puñado de poemas y relatos cortos, así como numerosos artículos periodísticos y un par de obras de teatro, que oscilaron entre el éxito y el desastre. Murió el 27 de septiembre de 1967, en Nyack, en el estado de Nueva York, tras varios años de enfermedad que la tuvieron postrada en una cama y anularon su movilidad. Acababa de cumplir cincuenta años y los había vivido a toda velocidad.