OESTERHELD, H.G. / LÓPEZ, SOLANO
(1)
Provincia de Buenos Aires, Argentina, 1957. Mientras juegan a las cartas en una típica noche bonaerense, cuatro amigos escuchan una inquietante noticia en la radio: una prueba nuclear en el Océano Pacífico habría dejado material radioactivo en el aire que sería arrastrado con el viento hacia Sudamérica. Segundos después, una nevada fluorescente comienza a caer en la ciudad y sus alrededores, matando todo lo que toca. ¿Es este el principio de la anarquía y la violencia o una invasión alienígena?
El Eternauta es la primera novela gráfica en español y la más importante para el mundo hispanoamericano. Para esta edición definitiva, revisada y corregida que siguen las directrices de los herederos de los creadores, se han retocado más de cincuenta ilustraciones sin alterar el espíritu original de la obra, con la intención de optimizar su calidad visual, potencia y continuidad gráfica. Con su vitalidad narrativa, su vigor político y su peso iconográfico intactos, nos complace presentar la multipremiada historia que influenció a más de cinco generaciones de lectores alrededor de todo el mundo.
Debes saber que:
-La presente edición mantiene la rotulación, diseño y estilo del original, para una experiencia lectora lo más cercana posible a la publicación inicial.
-Historieta inicialmente editada en Argentina como una serie de 106 entregas desde 1957 a 1959, dentro de la revista Hora Cero Semanal
-Proceso de restauración ha estado a cargo del especialista Pablo Sapi
-Nominada a 3 Premios Eisner. Ganadora del Premio Eisner a Mejor colección o proyecto de archivo de tiras de prensa.
-Adaptación para Netflix en preparación.
Una obra maestra, repleta de significados sociales, políticos, filosóficos e inabarcable en sus matices. Aunque algunos detalles queden anticuados como las figuras femeninas y el extensivo uso de texto –que bien escribe Oesterheld, por cierto– por parte del guionista, El Eternauta como su historia circular no hace volver una y otra vez a él. Pero todo esto no sería posible sin la magnífica labor de Solano López. Su dibujo va poco a poco adaptándose cada vez más al formato apaisado. Con una estructura de tres filas de viñetas –muy común en este tipo de obras– estas van ampliándose según lo necesite la narración. Cuando necesita mostrar el escenario, las agranda para que observemos el panorama.
Todo comienza una madrugada en Buenos Aires. Un guionista de historietas – el propio Oesterheld – escribe con la ventana abierta. Le gusta sentir el frío, el silencio de la noche y ver las estrellas. Pero de repente un ruido extraño que sale de una silla delante de él le estremece. Algo invisible parece que se está sentando en ella cuándo de repente, de la nada, aparece la figura de un extraño. Antes de que pueda reaccionar, el misterioso hombre empieza a relatar su historia: “Podría darte centenares de nombres. Y no te mentiría: todos han sido míos. Pero quizás el que te resulte más comprensible sea el que me puso un filósofo a fines del Siglo XXI… El Eternauta”.
Con este sencillo juego de metaficción comienza la saga más importante de la ciencia ficción en español. Una historia que comienza de manera humilde en un chalet de Vicente López – mientras una pandilla de amigos juegan al truco. Cosas y lugares cotidianos, reconocibles para el lector argentino de aquella época. De repente, ocurre algo inesperado: nieva. Algo poco frecuente en Buenos Aires y que además causa la muerte repentina de aquel que toque sus copos fluorescentes.
También es destacable su pericia en la creación de los personajes, cuyos trazos y diseños se adaptan a la perfección a su carácter. Salvo es anodino, Elena y Martita parecen sacadas de un tebeo de romance y Franco de uno de aventuras. Pero lo que más destaca es su talento para lo desconocido, los gurbos, cascarudos o “manos” están a la altura de lo esperado y su sentido de la maravilla se integra como un guante dentro de la cotidianidad del paisaje argentino. En definitiva, una obra maestra de principio a fin. Historia del tebeo mundial que obtiene por derecho propio una edición a su altura y un clásico al que volver una y otra vez. Tantas veces como los innumerables viajes de su protagonista.
Una obra maestra, repleta de significados sociales, políticos, filosóficos e inabarcable en sus matices. Aunque algunos detalles queden anticuados como las figuras femeninas y el extensivo uso de texto –que bien escribe Oesterheld, por cierto– por parte del guionista, El Eternauta como su historia circular no hace volver una y otra vez a él. Pero todo esto no sería posible sin la magnífica labor de Solano López. Su dibujo va poco a poco adaptándose cada vez más al formato apaisado. Con una estructura de tres filas de viñetas –muy común en este tipo de obras– estas van ampliándose según lo necesite la narración. Cuando necesita mostrar el escenario, las agranda para que observemos el panorama.
Todo comienza una madrugada en Buenos Aires. Un guionista de historietas – el propio Oesterheld – escribe con la ventana abierta. Le gusta sentir el frío, el silencio de la noche y ver las estrellas. Pero de repente un ruido extraño que sale de una silla delante de él le estremece. Algo invisible parece que se está sentando en ella cuándo de repente, de la nada, aparece la figura de un extraño. Antes de que pueda reaccionar, el misterioso hombre empieza a relatar su historia: “Podría darte centenares de nombres. Y no te mentiría: todos han sido míos. Pero quizás el que te resulte más comprensible sea el que me puso un filósofo a fines del Siglo XXI… El Eternauta”.
Con este sencillo juego de metaficción comienza la saga más importante de la ciencia ficción en español. Una historia que comienza de manera humilde en un chalet de Vicente López – mientras una pandilla de amigos juegan al truco. Cosas y lugares cotidianos, reconocibles para el lector argentino de aquella época. De repente, ocurre algo inesperado: nieva. Algo poco frecuente en Buenos Aires y que además causa la muerte repentina de aquel que toque sus copos fluorescentes.
También es destacable su pericia en la creación de los personajes, cuyos trazos y diseños se adaptan a la perfección a su carácter. Salvo es anodino, Elena y Martita parecen sacadas de un tebeo de romance y Franco de uno de aventuras. Pero lo que más destaca es su talento para lo desconocido, los gurbos, cascarudos o “manos” están a la altura de lo esperado y su sentido de la maravilla se integra como un guante dentro de la cotidianidad del paisaje argentino. En definitiva, una obra maestra de principio a fin. Historia del tebeo mundial que obtiene por derecho propio una edición a su altura y un clásico al que volver una y otra vez. Tantas veces como los innumerables viajes de su protagonista.