JIMÉNEZ MORIANO, ÓSCAR
Agosto de 1936. El ejército franquista acaba de conquistar Badajoz, un bastión cuya caída se revela básica para conectar el grupo de ejércitos del Sur con la zona Norte, controlada por Mola. James Allen, corresponsal del Chicago Tribune, llega a la capital pacense cuando el olor a chamusquina de los cadáveres flota todavía en la atmósfera. En un ambiente mitad real, mitad fantasmagórico, debe recurrir a todo tipo de componendas, en muchos casos con renuncia a sus ideas republicanas, para acopiarse de información con que alimentar sus crónicas de guerra. Uno de los sucesos que excita su interés es el número real de víctimas caídas en la toma de Badajoz, una batalla encarnizada en la que perdieron sus vidas numerosos efectivos de uno y otro bando. El otro episodio controvertido son las matanzas en la plaza de toros, y los escarnios con prisioneros allí perpetrados, de los que todos se hacen lenguas, pero que están rodeados de un gran halo de misterio. Cuando da su trabajo por concluido, toma conocimiento del éxodo de miles de extremeños, muchos de los cuales penetran en Portugal huyendo de una represalia tan s