ANDRADE, EUGENIO DE / LOSADA, MIGUEL ( SELECCIÓN)
Cuando, en el mes de junio de 2005, falleció Eugenio de Andrade, el entonces Presidente de la República de Portugal, Jorge Sampaio, confesó: La música de sus palabras restituye el mundo en sus fulguraciones y fragilidad. Aquella declaración, tan inusual en la cotidianeidad de un político, no era sino el merecido reconocimiento a la obra de uno de los escritores más intensos y preclaros de la literatura europea del pasado siglo. El misterio que derrama la hondura de su verso, la lumbre interior de su decir espiritual y humano, la magia de su verbo calador, son características que acompañaron su quehacer desde sus inicios literarios.
Eugenio de Andrade (Póvoa de Atalai, Fundáo, 1923) comenzó a publicar en 1940 y, hasta apenas tres años antes de su muerte, mantuvo el empeño y el rigor creador. Vertebró una obra extensa y latidora, donde la emoción, la memoria y la verdad se alzaron como fuentes primordiales de su decir. Su recepción en España es notoria, pues desde que Pilar Vázquez Cuesta vertiera al castellano variadas muestras de su poesía, autores como Ángel Crespo, Ángel Campos, Jesús Munárriz, José Luis García Martín, Fidel Villar Ribot, José Ángel Cilleruelo, Jose Luis Puerto, Martín López-Vega
, han continuado acercando y traduciendo a nuestra lengua la candente claridad del vate luso.
Ahora, llega el turno de Blancura, una antología de treinta y cuatro poemas que ha traducido con tino y pulso firme Miguel Losada, y que sirve ,además, para inaugurar una nueva colección, Orlando, que dirige con su habitual acierto Juan José Martín Ramos.
Este primer volumen en edición bilingüe -al que seguirán otros de poetisas y poetas extranjeros-, incluye un prefacio del citado Miguel Losada en el que anota:
La poesía de Andrade es ley de vida. El verano, la luz, los caminos del Sur, un muro de cal, la madre, la lluvia, una sonrisa, la palabra
Y todo cobra vida, todo forma parte de una aventura apasionante en la que el lenguaje acaba por contener el mundo y transportarlo a nuestra mente
. Aquí no hay cansadas descripciones, ni juegos gratuitos y, sin embargo, ¡cuánto poder para sugerir, para dejarnos temblando ante el prodigio de la existencia!.
Palabras, al cabo, que definen sinceramente la anatomía poética de un escritor que va de la melancolía al éxtasis, de la tristura al deseo, del agua a la sed
, y que modula con sabiduría los distintos registros de su verbo: Amo estas palomas, estos niños./ La eternidad no puede ser de otra manera:/ palomas y niños haciendo/ de la luz incomparable de la mañana/ el lugar inocente del poema.
Perteneciente a la generación dorada portuguesa -y coetáneo de autores tan sobresalientes como Jorge de Sena o Sophia de Mello-, la poesía de Eugenio de Andrade mantiene una estructura unitaria, sin fisuras, y surge tocada por la gracia de una mágica dicción que desgrana imágenes sorpresivas, cordiales instantáneas. Sus versos son una hilada de crepusculares y límpidas pinceladas, de cadencia grácil y melódica tensión, que devienen en poemas tan complejamente sencillos como el titulado La sonrisa: Creo que fue la sonrisa,/ la sonrisa fue la que abrió la puerta./ Era una sonrisa con mucha luz/ dentro, apetecía/ entrar en ella, sacar la ropa, quedar/ desnudo dentro de aquella sonrisa./ Correr, navegar, morir en aquella sonrisa.
Desde el texto que sirve de pórtico, Cerezo en flor, publicado en 1948, hasta el que cierra este florilegio, Escribo, que data de 2001, hay más de cinco décadas de un cántico brillante, con un notable equilibrio entre la trasparencia y el enigma, y que resiste, vigente y verdadero, el paso de los años. Una vigencia que reside en la luz que sale de su propia esencia, no de su inocuidad: quiero decir que no estamos ante una poesía llegadora por facilona, sino por sugerente, por honda, secreta tantas veces, pero no opaca. A su vez, el corpus de su obra revela una acentuada voluntad de reflexión que roza temas tan universales como el amor, el tiempo o la muerte: El cuerpo nunca es triste; el cuerpo es el lugar/ más cercano donde la luz canta./ Es el alma donde la muerte hace la casa.
En suma, un libro que celebra las bondades de un poeta mayor, de un poeta imprescindible y duradero, de corazón alegre y habitado.