CROCE, BENEDETTO
Cantar las octavas del Orlando furioso (1516) de Ariosto, revivirlas acariciándolas con la imaginación y con la voz, como en un rapto de amor, es cosa más o menos fácil para cualquiera, pero decir en qué reside su particular encanto, determinar el carácter de su inspiración, señalar el motivo poético dominante o la intimidad de aquel sentimiento que en él se hace poesía, es asunto completamente distinto y no exento de alguna dificult ad.ö