MORENO,CECILIA
«Mi madre y yo no tenemos la misma idea de lo que es una ballena». Con esta
contundencia empieza Quiero una ballena, una historia de NiñoCactus ilustrada por Cecilia Moreno y editada por Savanna books. El relato continua con este conflicto de opiniones con un gran sentido del humor que se centra en las tremendas medidas de estos mamíferos marinos por los cuales la protagonista del cuento siente una admiración profunda. Afortunadamente, un final ingenioso confirma que todo es posible, incluso, tener una ballena como animal de compañía. Solo hay que intentarlo y poner en marcha nuestra imaginación.
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Desde su primer texto literario, Alberto Matín Tapia se ha escondido detrás el pseudónimo de Niño Cáctus, una microficción donde aparecía un personaje conocido con esta denominación al cual no invitaban nunca a los cumpleaños y a quien le crecía una flor en la cabeza. Solo adoptar este nombre, Martín Tapia, bien, mejor dicho, NiñoCactus, asumió, de repente, el papel de escritor infantil, junto con su actividad cotidiana. Desde entonces, este autor de Salamanca se dejó llevar por los caminos de la ficción y empezó a mirarse el mundo con los ojos de un niño que es capaz de convertir cualquier pequeño detalle cotidiano en un motivo susceptible de transformarse en una historia fantástica.
Quiero una ballena, su último trabajo, es, por lo tanto, una consecuencia de este ejercicio de adopción del comportamiento infantil que presenta una narración tierna e inocente alrededor del convencimiento absoluto que muestran los más pequeños a la hora de conseguir cualquier cosa, como por ejemplo tener una ballena.
La posibilidad remota de tener como mascota un animal como este, quizás no es tan complicada como algunos de los adultos nos empecinamos en creer. A pesar de la aparente imposibilidad de ciertos anhelos, parece que todo es posible con empujón, decisión y una buena dosis de creatividad, y así lo quiere hacer patente el autor mediante el uso de un lenguaje sencillo y sin artificios que busca la complicidad de un lector infantil que tiene que estar atento tanto al texto como a las ilustraciones. Estas últimas son las encargadas de crear un relato visual paralelo que complementa y aumenta considerablemente la interpretación y el significado del relato.
Efectivamente, las ilustraciones de Cecilia Moreno conjugan deliciosamente con este candoroso afán infantil, mostrando una plástica caracterizada por la presencia habitual de trazos sencillos y luminosas tintas planas que configuran escenas donde los personajes se mueven libremente, sin limitarse a las palabras. Se comprueba, pues, que Cecilia Moreno es una ilustradora que disfruta de la sencillez compositiva y de los colores transmisores de alegría y serenidad, por eso casi nunca usa el negro. Se trata de unas propiedades estéticamente atractivas y próximas al universo gráfico de los niños más pequeños que, además, acentúan el tono especialmente dulce y cariñoso de una historia entretenida que, finalmente, te lleva a confirmar que sí, quizás solo hay que pensar cómo y, al menos, intentarlo.